martes, mayo 04, 2010

Otra reflexión sobre Puebla- Pedro Ángel Palou(Diario El Columnista 04/05/10)

En nuestras anteriores intervenciones intentábamos poner el dedo en la llaga. Pero la llaga supura, requiere más que reflexión, acción. Y ese es el papel de la política (si tiene alguno) resolver las cosas. Alguien afirma que es el arte de negociar y la clase política mexicana (que no tiene clase, por cierto) está llena de anécdotas al respecto. Finalmente el problema no radica en la política, o su definición, sino en el poder y su maldición: las promesas se olvidan, los días se hacen cortos, los trienios y sexenios pasan veloces y un día el hasta hace poco candidato se descubre ya no sólo fuera de la silla que ocupó tres o seis años sino olvidado en un triste rincón, como la muñeca fea de Gabilondo Soler.
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El otro día viajé en el mismo avión que Diódoro Carrasco –en su momento todopoderoso gobernador de Oaxaca y secretario federal de gobernación. Nadie lo reconoció a pesar de su esfuerzo por pasar frente a todas las filas esperando un: “Buenas tardes, licenciado”, que nunca llegó.
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Es ley no escrita de la política mexicana debería hacer pensar a los candidatos –desde ahora, desde las campañas- que dado que el tiempo es preciado y los intereses obnubilan la única manera de pasar a la historia es hacer cosas. Cosas importantes, trascendentes, que cambien o modifiquen –no pasajeramente- el estado lamentable en el que nos encontramos.
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Los indicadores son claros: Puebla no va para ningún lugar, retrocede con prisa (no sólo se estanca, ojalá, regresa a ese pasado levítico que es su peor rostro: el de la cerrazón reaccionaria que dice: “Estábamos mejor cuando estábamos peor”, y lo pregona a voz en cuello.
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Sí, Puebla necesita un tren rápido –como no me he cansado de repetir-, ese sueño que se ha postergado desde Jiménez Morales por mafias de transportistas que perderían el suculento negocio. Sí, Puebla necesita un metrobús pero antes que eso necesita un reordenamiento radical del transporte público que es un cáncer con sus metástasis permanentes –las viejas combis-, una regulación que tenga en cuenta, principalmente al Centro Histórico, eje de la riqueza de la ciudad vía el turismo (nadie viene a Puebla para visitar La Vista). Se necesita un proyecto integral del Centro Histórico de la ciudad que rescate el comercio (no es posible que esté sólo lleno de Centros Joyeros y que el Zócalo parezca una plaza de armas de pueblito con todo y sus chisguetes). Son propuestas sensatas que empezamos a escuchar, pero hasta ahora propuestas aisladas que no se replantean la vocación de la ciudad y el estado, que no hablan de planes microrregionales y de rescates serios (de bosques, por ejemplo, pero también de actividades que fueron fuente de riqueza de aquellos lugares por décadas o incluso siglos).
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Como el elector al que se está buscando es urbano no hemos escuchado un plan integral en materia de desarrollo rural que integre la puesta en marcha de la modernidad de nuestro campo (sustentabilidad, agricultura orgánica, temas que agregan valor a las cosechas y a la larga producen desarrollo sostenido e ingresos para los campesinos. Ya basta de inventarnos el campo cada seis años con buenas intenciones. Hace tiempo escuché decir a Alberto Jiménez Merino que el principal problema a solucionar para el futuro inmediato de Puebla es el del agua. Oigamos a los expertos, por una vez. Allí está el Colegio de Posgraduados y la BUAP que desde hace años han hecho propuestas centrales en la materia, allí están las ONG´s de las que he hablado aquí –en la sierra norte y en la mixteca-, que han desarrollado comunidades enteras a través de la medicina tradicional, del replanteamiento de la artesanía. Se necesita reaprender a producir para poder hacer circular los volúmenes y las calidades que necesita el mercado global. No podemos seguir teniendo un campo que, eventualmente, se limita a la alimentación de traspatio.
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Las plataformas electorales –que tristemente les parecen a los institutos políticos mero trámite pues no podrían ser más pobres-, muestran a unas coaliciones sin ideas, sin creatividad, sin arrojo o empuje. Necesitamos escuchar ya –y creer que va a ser posible- un proyecto integral de una Nueva Puebla. Quien lo haga con absoluta contundencia, quien muestre que puede correr el riesgo y que está dispuesto a hacer de estos tres o seis años historia, ese ganará las elecciones, más allá de las encuestas (hasta dos días antes, en Baja California Norte, todo mundo decía que Hank era el ganador, incluidas por supuesto las encuestas: el electorado decidió otra cosa en una sorpresa enorme en contra de una de las fortunas más importantes del país, no pocas lecciones deberían sacar de esto los war romos de los candidatos).
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No tenemos un candidato en ninguno de los frentes –ni a diputados, si a esas vamos- con un carisma arrollador, que se lleve la elección por imagen. Es mejor, a la larga, porque permite que los candidatos saquen ideas, propongan cambios, se muestren confiables y confiados en su capacidad de sacar a Puebla del agujero en el que estamos enterrados. Es bueno, también, a corto plazo, porque nos evita la vanidad del líder mesiánico que se cree salvador por su carisma (al fin, gracia, según la etimología), y los hace necesitar del voto casa en casa, del voto que cuesta trabajo. En política la lealtad del elector se gana con sudor, con valentía. Ideas, muchas ideas. Hablar, hablar. Necesitamos escuchar. Y como lo he dicho también aquí: participar. Un foro estatal en serio, donde escuchemos incluso lo que los candidatos no quieren oír (ya de zalameros estamos hasta el copete, por cierto). Uno de al menos cinco foros. Este primero puede ser en general, de diagnóstico. Otros, los individuales, deberán cubrir: desarrollo rural y regional, turismo cultura y economías alternativas, otro desarrollo económico, inversión y empleo; uno más democratización y modernización del estado, una reforma política integral. En estos foros cabríamos todos y podríamos discutir, antes de votar, por una plataforma política seria. ¿Qué coalición tomará la idea y llevará mano?
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Una vez más debemos creer en la política, no en el nihilismo. Debemos creer que es posible hacer algo por Puebla. Si estos candidatos no están dispuestos a compartir ese sueño es probable que el votante mayoritario sea, de nuevo, el abstencionismo. Muchos seguiremos trabajando organizadamente para una mejor Puebla pero la plataforma para relanzar al estado se habrá quedado, nuevamente, oxidada, en el olvido. La política no es de los políticos, es de los ciudadanos, los verdaderos agentes del cambio. Aquel que tome en cuenta esta verdad incontestable habrá de hacer la verdadera diferencia.

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