viernes, febrero 01, 2008

Alarido nocturno

Estar sentado con un montón de hijos de la chingada, que aseguran ser tus amigos y están preparándose para emborracharte y así hacerte olvidar aquellos tragos amargos que la vida da cuando un hombre se topa con una mujer, sobre todo si ésta aparenta ser la indicada. Y mientras ellos ordenan las bebidas que prometen hacerte olvidar tu realidad por un instante y de pronto te da por pensar en ella: su voz, sus delgados y finos labios, sus manos recorriendo tu grotesca, accidentada y velluda piel, y tus ojos que la miran, tierna y candorosamente, jurando amarla con la misma intensidad de hace años, cuando la viste por primera vez en los pasillos de tu Universidad. Entonces pensaste que si existían bellezas como ella, no había duda que Dios existía. Dios y el amor son idénticos, hay que creer en ambos con mucha devoción, aunque nunca lo lleguen a ver en vida. Ambos son empresas que prometen eternidad. Y tú siempre ansiaste cada noche desde que te la topaste con la eternidad de sus besos.
-
Es una foto la que siempre te ha acompañado durante los años que llevas en la Universidad. El día más feliz de tu vida fue cuando ella, Verónica, asistió acompañada de sus amigos eternos a la librería en la cual trabajas, para poder leer de forma gratuita los libros que nunca podrás comprar y de paso, conocer a un que otro escritor. Era una noche de viernes, lucía espectacular. A su morena piel siempre le ha ido bien el color rojo y el negro. Ese día iba tal y como te gusta verla vestida, deseabas ser tú el motivo. Pero en el fondo sabías que ella vistió así para ese amigo escritor de ella que tanto te molesta la pupila, porque además de ser un pésimo escritor, es un mamón.
-
La oportunidad nunca toca a la puerta dos veces, dicen un dicho, si la memoria no te falla. Ese viernes, sin duda, era tu oportunidad. Ahora o nunca, pensaste. Pero la timidez empezaba como siempre a invadirte. Fuiste a la mesa de bocadillos y bebidas que se puso con motivo del evento, pediste una copa de vino para tomar valor, siempre es mejor un tequila, pero ante las circunstancias cualquier cosa servía. Entonces recordaste que, según las investigaciones que mandaste a hacer, a ella le gusta mucho el café capuchino con rompope y un toque de tequila, como pudiste lo mandaste a comprar a una de las cafeterías que en tu ciudad abundan como peste en plena Edad Media. Después mandaste el café con uno de tus compañeros de trabajo y agregaste en la servilleta una nota que decía: este café que espero te guste, es sólo para decirte que muero por un día besar tus labios que prometen el paraíso que nos ha sido negado por culpa de una serpiente.
-
El café ha sido entregado, la reacción es una sorpresa obvia e inmediata. En seguida tu compañero le aclara que dicho café ha sido enviado por aquél caballero, entonces te señala, y agrega que a dicho café va anexada una nota explicando el motivo de tan simbólico detalle. Verónica, lee la nota con atención y conforme va avanzando el color de su piel se va tornando roja. Luego una sonrisa y continua observando atentamente la intervención de su escritor favorito. De nada ha servido el café, te dices y continúas trabajando en la mesa que oferta los libros del escritor en cuestión.
-
El evento ha terminado y acto seguido viene el brindis, la luz de la vela esperanzadora sigue prendida en tu interior. Esperas que se acerque a la mesa improvisada para la venta de los libros a comprar uno, pero inmediatamente la desilusión te empieza a carcomer al observar que tan indeseable escritor le ha regalado el libro, y ella muy emocionada lo ha recibido, y como agradecimiento le ha dado un abrazo que nunca recibirás tú, al menos no con la misma intensidad. Pero todo posible hundimiento otorga la oportunidad de usar una balsa para recobrar la esperanza de vida y equilibrar el estatus quo. Y la tuya llegó cuando recibiste el recipiente donde anteriormente había café, y ahora vacío, pero que alrededor del envase de unicel había una nota que decía: gracias por tus palabras tan valientes acompañadas de un rico café. Te espero el siguiente viernes en el parque de las ninfas para conocernos más. Con afecto, Verónica. Entonces tu día valió la pena.
-
Llego el viernes y con este la realidad. La historia nuevamente se volvía a repetir. Otra vez era un parque el escenario y tú por enésima vez actuabas en el papel del hombre que siempre sabe esperar. Ella jamás llegó. Tu devoción te hizo justificarla y decidiste olvidar el mal momento, asegurando que esta vez habría una explicación a tu espera.
-
Las semanas transcurrieron y a ti el hecho se te había olvidado, la vida ya te había moldeado ante ese tipo de situaciones. Tu vida se había tornado normal, el tiempo y la rutina habían ejercido a la perfección su tarea, hasta que alguien te vino a comentar que, aquel día que la espera volvió a ser tu tormento, la habían visto por los rumbos de tu trabajo caminando enlazada de un compañero de tu facultad.
-
Toda decepción amorosa conlleva una enfermedad y la tuya lleva meses de haberse vuelto un cáncer. A pesar de que ella jamás te explico la razones de tu cita para dos que terminó siendo cita para uno, tu has seguido intentando acercarte a ella. Te has vuelto amigo de sus amigos, sueles preguntar por ella a sabiendas de que no obtendrás mucha información, hasta que al relacionarte con uno de ellos, descubriste que ella moría por tu amiga y que a diferencia de ti, él nunca se atrevería a expresarle sus sentimientos. Te animaste a hacerle una oferta que consistía en que él te pasaba fotos en las que apareciera Verónica y tú le donabas las que tenías donde aparece tu amiga.
-
La imaginación del humano puede llevar a cualquier a lugares insospechados, la tuya, te trae cada noche a Verónica desnuda susurrándote al oído con su candorosa voz lo que piensa hacerte, sus delgados y finos labios cubriendo tu cara, sus manos recorriendo tu grotesca, accidentada y velluda piel, y tus ojos que la miran, tierna y apasionadamente, jurando amarla, mientras su vagina recibe a tu pene, para hacerse uno. Ambos jugando a ser dioses y pintando por un momento el firmamento en la piel del otro a un ritmo inigualable.
Todo acto tiene un fin. El tuyo termina con el alarido que pide satisfacción y grita soledad, esperando alguna respuesta, pero nadie te oye.

No hay comentarios.: