viernes, junio 02, 2006

Pequeña resignación.

Me persigue un fantasma
que adolece todo mi cuerpo,
llenándolo de enorme melancolía.

Mi cerebro se vuelve un museo
y mi cuerpo la ruina que lo envuelve.

A lo lejos la protectora
aparece como posible restauradora
y vigía de mis cimientos.

Cambiar la colección de imágenes,
resulta difícil cuando un maquiavélico amor
se encuentra como la prohibición
ante la posible mi posible fuga.

A veces no queda más que resignación
y conformarse con ser la huella ejemplar
para aquellos amantes ocasionales
que buscan refugio en la inexistencia.
  

1 comentario:

CadávEr Muerto dijo...

el amor apesta... pero apesta bonito... es como los tatuajes y perforaciones, si no duele no cuenta... hola.