Como
lector y como mexicano celebro que Páginas de espuma –editorial dedicada a
impulsar al cuento-, haya incluido en su vasto y cuantioso catálogo a Enrique
Serna, por mucho una de las mejores plumas que ha dado México.
La percepción
que se tiene de Antonio López de Santa Anna no ha vuelto a ser la misma después
de El seductor de la patria; ni el
siglo XVII mexicano podrá apreciarse completamente sin visitar Ángeles del abismo. Novelas que se han
instalado en el inconsciente colectivo del mexicano para reconfigurar su visión
y cuyos recorridos han sido acompañados de una formidable escritura llena de
humor y amplia riqueza lingüística. No debe extrañar a nadie que Serna conserve
un sinfín de fervientes y exquisitos lectores.
La ternura del caníbal
es uno de los más recientes libros publicados por Serna y el primero en Páginas
de espuma. Es un libro perfecto y deja en claro la maestría literaria de Serna.
Sin duda, éste debe incluirse en las academias literarias para su análisis.
Aquí, Serna cumple cabalmente con los requisitos canónicos del género.
Técnicamente no hay nada que objetarle a La
ternura del caníbal.
Sin embargo
como lector -uno que ve al acto de leer como un ejercicio capaz de
transportarme a otros mundos, a otras vidas- me encuentro un poco frustrado.
El libro se
presenta al lector como una recopilación de historias donde la satisfacción de
poder sobre el otro –ya sea impuesto o conquistado- es la voz cantante; hasta
aquí suena bien. Si agregamos historias que giran alrededor de la pareja y
abordan temas como: la lucha de poder en las relaciones amorosas o las
traiciones que fulminan la vida conyugal; suena aún más interesante. Y si
anexamos que el sexo, las infidelidades y las inseguridades son algunos de los
elementos que enriquecen las historias y lo metemos a la licuadora; obtenemos
un conjunto de narraciones dispuestas a atrapar al lector.
Empero no hubo
una historia que terminara por atraparme del todo. Ni existió personaje con el
que mantuviera cierta empatía. De aquí proviene mi frustración lectora.
Siempre he
creído que el autor nunca está mal, sino el lector. Así como alguna vez le oí a
Daniel Sada: un lector no se acerca a un libro y espera que lo traten como
pendejo.
Y ése es el
problema con este libro. Siento que estoy leyendo una serie de historias
escritas por un ente poseedor de soberbia literaria y que escribe desde esa
postura. Por lo tanto las historias contenidas en La ternura caníbal se me hacen lejanas. Tan distantes me son las
historias que las siento imposibles de acontecer y por eso, quizá, me da la
sensación que los relatos están ausentes de naturalidad.
La ternura caníbal ni
me causó la sensación de rechazo o asco ante lo narrado; ni me provocó ningún
sentimiento positivo o negativo, que no sea la frustración lectora.
Serna es una
pluma alta y uno siempre espera toparse con algo transgresor, esta vez no fue
la ocasión.
Aunque existe
la probabilidad de que necesite ser más pervertido y depravado para empatar con
el libro.
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