La vida,
siempre he creído, se construye a base de sueños e ideales.
De chico
quería futbolista y jugar para el Puebla. Practiqué el fútbol por años, estuve
en las fuerzas básicas de la UPAEP que en su tiempo eran filial del Puebla y me
tocó ver entrenar a jugadores como: Omán Biyik, Alejandro “El gallo” García,
Juan Ignacio Palou, Eduardo Córdova; entre otros. Después la desidia y los
contratiempos económicos me alejaron de aquél sueño.
Corría el año
2003, sin haber leído mucho, casi nada, tomé mi primer taller literario:
“Iniciación a la narrativa” con Verónica Estay por tallerista en Casa del
Escritor, con ella conocí la literatura. Pasados los meses ingresé al Seminario
“Voluntad y renuncia en la Literatura” de Pedro Ángel Palou, quien se
convertiría en mi Virgilio literario. Gracias a él tuve grandes lecturas:
Faulkner, Nabokov, Kafka, Bolaño, Fuentes, Tabucchi, Naipul, Cirlot; por
nombrar algunos. Con el paso de los años nació una amistad llena de
complicidades literarias, pero también una admiración hacía su trabajo como
gestor cultural. Los azares del destino hicieron que Pedro Ángel Palou se
convirtiera también en mi maestro de gestión cultural y un amigo eterno.
Fue aquí donde
nació mi actual sueño: dirigir la Secretaria de Cultura de Puebla.
Llevó tres
años dentro de la estructura del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de
Puebla (CECAP). Años llenos de alegrías, grillas y desencantos, pero siempre
acompañados de gratos y dolorosos aprendizajes.
Hace unas
semanas tuve la oportunidad de estar bajo las órdenes de dos grandes seres
humanos: Moisés Rosas Silva y Joaquín Alonso Muñuzuri. El primero fungió como
Secretario Ejecutivo del CECAP y el segundo comandó los destinos de la
Dirección de Museos de la misma institución.
Moisés Rosas
me dio buen trato, nunca me presumió sus conocimientos y sí los compartió. Tuvo
tiempo para escuchar proyectos, confió en mis capacidades individuales y las
explotó cuando fue necesario o simplemente supo mantener una conversación
amistosa conmigo o cualquiera de sus colaboradores.
Joaquín Alonso
me enseñó que para obtener buenos resultados es necesario tener un equipo de
trabajo unificado. Explotó las capacidades de cada uno de los que trabajamos a
su lado, cuando era necesario me aplaudía el esfuerzo o me pedía mejorar lo
realizado. Nunca hubo un regaño, desplante o humillación. Me demostró que
alguien que sabe dar órdenes es porque también sabe hacer lo que se está
pidiendo: si había que cargar, cargaba; si había que desmontar una exposición,
ayudaba a desmontar. Y al final de un trabajo realizado, siempre había un
“gracias” y cada orden venía antecedida de un “por favor”. Siempre intentó
tener nivelada la parte humana con la laboral, pues si la primera parte no
estaba bien, la segunda no iba a dar el cien por ciento requerido.
Ambos, recientemente,
dejaron las filas del CECAP para unirse al CONACULTA, precisando al FONCA. Hoy
les debo el pertenecer a un equipo de trabajo valioso, humano y muy querido.
Les agradezco la oportunidad de conocer a personas valiosas que las envidias de
otras me habían impedido tratar. Además de la grata experiencia de quedarme con
sus enseñanzas y amistad.
Toca continuar
aprendiendo del equipo de trabajo al que pertenezco y queda seguir confiando en
la visión de Sergio Ortíz y Octavio Ferrer.
El sueño de
dirigir -alguna vez- la instancia cultural del Estado de Puebla, sigue vigente.
Muy seguido me desencanto. Es parte del trayecto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario