Siguiendo con los poemas a dos manos, misma cómplice.
Siempre te miré con la misma intensidad.
Tú siempre hacías caso omiso de mí mirar,
siempre preferiste tu absurda soledad
como el caminar que busca hacer
más larga la distancia que nunca existió.
Yo siempre te aguarde en aquella misma entrada,
No me importo e s p e r a r
siglos enteros
a tu regreso.
¿Es acaso tu lamento el que se oye al caminar?
¿O es mi alma encendida, reclamándome tus besos?
…somos los dos que nos reclamamos de noche,
lo que no pudimos hacer de día.
¡Oh, eterna espera ya quítate del camino!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario