Martha Higareda
A Martha Higareda: etérea musa y sueño prohibido.
Siempre que te observo,
subo al mirador,
café como la tierra,
bajo la vista muy lento
y me topó con una serranía pura.
Camino el trayecto de blanca piel,
ando como niño: inocente y buscando.
No veo por dónde.
Caigo con mi lengua
en un pequeño hoyo;
con la misma, me levanto
y un sabor a miel me queda.
Sigo el trayecto
y como japonés tomo fotos
de la belleza corporal
que almacenare en el recuerdo de lo imposible.
Me detengo en el arrecife,
hay un anuncio:
¡Cuidado, no pase. Puede caer y jamás salir!
continua más abajo:
¡No es pecado, es el paraíso. No tiene admisión alguna!
decido no seguir
por falta de herramientas necesarias.
Me encuentro fuera del mirador.
he despertado:
sigo en mi cama, solo
y contemplando tu imagen en una revista.
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